domingo, octubre 22, 2006

De la Blanca Línea: Niebla a la Deriva (II)

El horizonte era inapreciable desde la popa del barco, una atmósfera gris envolvía al Esturión, barco ballenero. Ivan Kandinsky segundo oficial, acababa de ser reelevado de guardia y contemplaba la grisácea estela espumosa mezclada con enormes trozos de hielo picado que la embarcación iba dejando tras de sí.

Voltéo a su alrededor, contemplando el insólito piasaje: Cientos y cientos de kilómetros de un desolado desierto de hielo flotante en un océano de agua negra, un lugar solitario y muerto durante milenios, cuyos únicos moradores eran las extrañas creaturas marinas capaces de soportar el frío lacerante de aquellas regiones, creaturas por las que Ivan sentía respeto y temor.

El clima estaba endiabladamente enrarecido, a aquella hora y en aquella época del año, justo cuando la noche eterna abre paso al pálido y perpetuo dia ártico se creaba usualmente una combinación sublime de claroscuros, donde era posible observar al mismo tiempo de la luz solar velada, magnífica auroras boreales refulgiendo sobre la cabeza de algún furtivo observador.

Pero no ese día, no a esa hora; un inexplicable manto de neibla envolvía hasta donde la vista podía alcanzar. Por fortuna Esturión no estaba abandoando a la agudeza visual de sus tripulantes, era guiado en cambio guiado ojos mas capces: la penetrante mirada del Sistema de Posicionamiento Global, GPS y por el menos agudo pero no por ellos menos importante Radar de Navegación. En adición a estos ángeles electrónicos el guia de la misión clandestina era el Sonar de Barrido, usado para encontrar y perseguir ballenas árticas.

El endurecimiento en las medidas para evitar la caza de los cetáceos había orillado a los balleneros clandestinos en los últimos meses a buscar estos animales a latitudes bastante mas al norte de lo habitual, donde la vigilancia era prácticamente nula; pero en contraparte los peligros se multiplicaban enormemente. Aquel dia el Esturión se había situado en 75º23´17´´Latitud Norte y 18º33´12´´Longitud Oeste, según había revisado y apuntado Ivan antes de dejar su turno.

Aquello era bastante mas al norte incluso que los demás balleneros clandestinos y en consecuencia, bastante mas peligroso; en la última hora tuvieron que sortear una docena de escollos y el rompehielo era bastante menos eficiente. Ivan estaba cansado pero como Eslovaco que era, le costaba horrores acostumbrarse a aquellos lugares con sus luces extrañas donde el tiempo parece detenerse; no se drijió a dormir a su camarote porque de sobra sabría que le sería imposible. En su lugar contemplaba aquellos lugares místicos que habían estado asombrando durante el último mes.

"El Capitán Rötgren se excedió esta vez", pensó. "Hasta su tripulación mas veterana y nativos de esta maldita isla de hielo están preocupados, mas al norte, siempre nos arrastra mas al norte. Va a acabar por matarnos". Llevaba media hora dejando que su abrigo de aislamiento térmico fuera barrido por el inclemente viento ártico, recordando su precaria situación: Obligado a enrolarse en un barco clandestino después de quedarse sin trabajo, Rötgren fué el único que ni siquiera se molestó en revisar su experiencia porque para su sorpresa lo acpetó de inmediato, en un oficio para el que Ivan era completamente novato.

Estaba apunto de dar media vuelta y volver al abrigo de su camarote cuando vió por el rabillo del ojo un destello blanco en la lejanía. Se detuvo en seco, pensando y se volvió a prisa hacia babor; paseando lentamente la vista pero mirando atentamente a la distancia. Nada, "Estoy loco pensó, ya hasta veo cosas". Sin embargo para su sorpresa el destello volvió a repetirse ante sus propios ojos, era una luz mas bien plateada e incandescente, parecía una especie de vengala. Brilló un segundo y luego se extinguió.

Pero aquello era absurdo; Ivan hizo los cálculos mentales y aquella luz, probablemente una vengala, debería estar no muy lejos del barco. Sin embargo era casi imposible que hubiese barcos mas al norte y el Esturión no había recibido ninguna llamada de auxilio. Meditaba esto cuando el destello se repitió por tercera vez, incluso las vengalas de auxilio no se comportaban de aquella manera.

Dudó un instante, pero salió corriendo a avisar al capitán. Este cuando estuvo avisado, fué a popa con Ivan y apuntó con sus binoculares Zeiss al lugar que Ivan señalaba. Nada, la luz ya no se había vuelto a repetir, Rötgren estuvo tieso esperando el destello por mas de 15 minutos, algo completamente inusual, pues aquella gente apenas y se digna a mirar en circunstancias similares. Pero esto no era usual, incluso Ivan deseaba volverse al interior, miraba harto a Rötgren que estaba inusualmente atento cuando vió el destello por cuarta vez, reflejado en las lentes de los binoculares que sostenía el capitán.

Se volteó rápidamente, esta vez el destello se prolongaba por mas tiempo, casi un minuto. "Ígnum Fatui", oyó decir súbitamente al capitán entre dientes, una especie de pensamiento en voz alta, se volteó al capitán y este le dió los binoculares. "Quién está de timonel?". Dijo entre largas pausas, "Bromsverg, señor". El capitán lanzó un largo suspiro aun viendo al lugar donde había aparecido el destello, "Despierta a Röd, lo quiero en el puente de inmediato y a ti también". Dicho esto Rötgren salió corriendo al puente.

Ivan, sin mas explicaciones y confundido se dirigió a despertar a Röd, maldiciéndose por abrir la boca. Lo que sea que fuera a hacer Rötgren no haría otra cosa que arriesgarlos mas; poco después notó como el barco viraba hacia donde debía situarse el destello.

15 minutos mas tarde el Esturión se enfilaba a cazar aquella lucecilla inquietante; a Ivan se le ordenó permanecer en la proa revisando el desierto de hielo e informarle por radio al capitán apenas notara algo extraño. Había revisado, ni el radar ni el sonar detectaba algo fuera de lo usual; las máquinas empujaban mas deprisa al Esturión que extrañamente no encontraba hielo que le cerrara el paso hacia el norte.

Entonces la volvió a ver e iba a indicar su posición, en estribor casi sobre la proa, pero seguramente el capitán o el otro oficial de guardia se le adelantó, porque el ballenaero corrigió su rumbo. Aunque Ivan calculó que no debía encontrarse a mas de media milla, la caza se prolongó por 3 horas; ahora el hielo comenzaba a cerrarse y se puso en marcha el rompehielos.

El capitán había puesto a su mejor timonel, Röd y a su mejor vigía, el mismo Ivan para esta empresa. Algo no andaba bien, se decía Ivan cuando constataba que eran ya 5 horas desde su abrupto viraje al punto luminoso que apareciá a intervalos muy irregulares. Y aquella luz fantasmal se comenzó a convertir en miedo cuando Ivan la comenzó a notar mas y mas cerca.

Los últimos metros fueron una lucha feroz del rompehielo contra aquella cantera blanca. Sin embargo el destello no había apaercido ya en la última media hora y aunque Ivan no era religioso ni supersticioso ahora rezaba una vieja oración aprendida de su abuela, con el corazón apunto de reventarle advirtió a simple vista una mole de metal gris y a la hora de ver por los binoculares comprobó que se trataba de una embarcación enorme.

El hielo se cortó abruptamente y dejó paso al esturión por un mar aparentemente libre de su presencia que se extendía unas millas mas hasta el barco que parecía flotar tranquilo en medio de un mar negro.

Con la voz temblorosa Ivan dió cuenta de lo sucedido por radio al capitán y el Esturión moderó su rumbo y velocidad hasta detenerse justo al lado del gran buque, se tiraron anclas y se preparó un puente para acceder al barco, que sin duda era mucho mas grande pero parecía estarse hundiendo y quedaba su cubierta a una altura similar a la del Esturión.

Abordo del mismo, toda la tripulación estaba agitada e Ivan casi deseaba un motín pues todo aquello era para parar el corazón al marino mas temerario. Se había enterado que ninguno de los intrumentos de navegación funcionaba abordo, hasta las brújulas de mano estaban descontroladas.

Alguién corrió la voz que miraran su relojes y para sorpesa de todos las agujas horarias y minutero se hallaban estáticas, al tiempo que el segundero giraba como loco describiendo aceleradas circunferencias en la carátula del reloj. Todos los instrumentos electrónicos parecían no funcionar y se hablaba de un motín, dar media vuelta y regresar.

Pero en cuanto salió el captián a cubierta, los ánimos parecieron moderarse o reprimirse. Ordenó a la tripulación de 12 hombres en 4 grupos de 3 y pasaron al barco; Ivan estaba en el grupo del capitán y Röd. El capitán ordenó registrarlo todo por sobrevivientes y asignó a cada equipo un área del barco.

El buque se encontraba en un estado de deterioro lamentable, casi corroído por una especie de óxido gris, la cubierta estaba oradada de cuando en cuando y se podía ver la negrura del fondo del barco.

El aquipo de Ivan esperó hasta que los demás se hubieron adentrado en aquella terrible fortaleza de fierro, la atmósfera estaba nerviosamente quieta, un silencio anormal lo envolvía todo; ni siquiera era audible el sonido del choque del mar contra el casco de la nave. Rötgren respiraba entrecortadamente e Ivan casi temblaba junto con Röd.

Ambos fueron conducidos por Rötgren hasta el puente de la nave, donde este último se precipitó con un ansia apenas contenida a buscar la bitácora de la nave. Ivan estaba convencido que en aquella embarcación no existían tripulantes desde hacía mucho y repasaba su vista nervioso por aquel cuarto impregnado de un fuerte olor a sal. Parecía que todo hubiese sido abandonado de súbito mucho tiempo atrás.

Finalmente Rötgren encontró la bitácora y junto con algunos cuadernos mas de registros los guió con paso casi frenético al cuarto de máquinas, en el camino se cruzaron con Svendard, Jolk y Bromsverg quienes le suplicaron al capitán la partida inmediata.

"Imposible". Fué su lacónica respuesta, mientras que ellos desesperados le decían que no exitía tal fuente de luz que pudiera haber generado el destello. Mientras que miraban de soslayo a Röd e Ivan, con esperanza de que también ellos ejercieran presión.

Ivan estaba apunto de abrir la boca cuando derepente el barco se sacudió y se oyó un tremendo estruendo que desgarró el silencio anormal. Todos cayeron al piso enmedio de las sacudidas del barco, mientras que Jolk pronunciaba una blasfemia y Röd se encomendaba a la misericordia de Dios. "Vino de cubierta", gritaban los hombres, "Por amor de Dios, vámonos antes de que se hunda capitán". Pero Rötgren solo acertó a decir en medio de la confusión que por encima de todo teníamos que alcanzar el cuarto de máquinas. "Malditos, si suben a cubierta van a valer para...". Pero un segundo estruendo volvió a sacudir la nave.

El grupo se dividió en dos, los hombres echaron a correr a cubierta y en el último instante Ivan decidió seguir a Rötgren que arrastraba consigo a Röd. Aunque nunca supo exactamente bien porque su instinto le decía que sus probabilidades de seguir con vida eran mayores con Rötgren.

Pudo oír claramente los gritos desesperados de los hombres en cubierta mientras descendían a la oscuridad del barco y en una mirada fugáz por uno de los hoyos de cubierta sobre su cabeza pudo ver que esta se llenaba de una humareda amarillenta y densa; pero no se detuvo a reflexionar mientras corría tras el ágil capitán a un infierno confinado.

Apenas llegaron al cuarto de máquinas entre los tremores del casco de la nave, el capitán Rötgren cerró la puerta tras de ellos y con un jadeo casi maniaco sacó una lámpara sorda de la chaqueta buscando entre las tuberías carcomidas.

"Dios, Dios, Dios, Dios...". Repetía Röd una vez tras otra entre sollozos con voz entre cortada, se había doblado sobre sí mismo y alejaba a Ivan con fuertes manotazos.

Instantes después el silencio volvió a tragarse el alboroto, hasta los sollozos de Röd parecían amortiguados, Ivan trataba de hacer encajar en su mente los abrumadores sucesos, temblaba sin control y dentro de su terror pudo escuchar un chillido que dejó escapar Rötgren.

En la esquina, metido entre los tubos; una simple lámina tenía estampado con letras negras una simple palabra:

"Nameless, Örk Um Krögnetk"