martes, noviembre 21, 2006

De la Blanca Línea: Lo Innombrable (VI)

El prisionero Xi-272 miraba con ojos ausentes el paisaje que ofrecía el pequeño boquete en la pared acorazado de rejas que servía de ventana a su pequeña celda. Afuera un desolador paisaje montañoso teñido de gris dominaba la escena, un bosque que parecía completamente solitario y silencioso se comenzaba a cubrir de una fina capa de nieve grisácesa que descendía lenta, silenciosa e inexorablemente describiendo espirales irregulares hasta besar el suelo. Los pinos que rodeaban el lugar parecían completamente secos y sus agujas igual o mas grisces aun que los diminutos copos que las cubrían.

Ni animal ni ser humano había visto el prisionero jamás desde que solía mirar aquel desolador paisaje, un silencio mortal dominaba aquel lugar y una quietud pasmosa, casi alarmante se dejaba sentir en el exterior; solo rota muy de vez en cuando por una rápida ráfaga de aire frío que tan pronto rugía como se apagaba.

El prisionero Xi-272 suspiró y recargada su cabeza en el muro cerró un momento los ojos murmurando monosílabos enredados, temblando ligeramente, sentado en un pequeño banquito y atado con una antigua y desgastada camisa de fuerza gris verdosa adornada con una gran estrella roja casi borrada al frente.

Casi con dificultad se despegó de la pared y se puso en pié; era un hombre alto aunque los pantalones de algodón hechos jirones le llegaban a media pantorrilla resaltando aun mas sus pies descalzos y de uñas largas. Cojeando se desplazó al otro muro de la celda donde había un lavamanos y un espejo sucio justo a la altura de su cara.

Se inclinó sobre el lavamanos y con alguna dificultad, como si tuviese una costilla rota se esforzó por escupir un bolo viscoso de saliva y sangre que tardó en resbalar por la superficie cóncava hasta el desagüe.

Se miró al espejo y se encontró con el terrible disgusto de cada día, un semblante cadavérico con la reseca y sucia piel pegada a sus pómulos como plástico. Tenía un corte severo en una ceja que casi tapaba su ojo izquierdo.

Fué entonces que depronto la puerta de hierro se abrió de golpe y por ella entró un soldado achaparrado ataviado con un viejo uniforme verde olivo tan monótono y triste como todo lo que rodeaba al prisionero, a excepción de una fantasmal estrella roja que aún se adivinaba en su gorra. Aquél hombre de rasgos mongoles habló con severidad al prisionero tomándolo del hombro y poniéndolo de rodillas.

Esto no era nada nuevo para el cautivo, durante el último mes a intervalos esta escena se había repetido casi a diario. El soldado lo registraba para evitar que escondiese armas rudimentarias en su chaqueta de castigo, después lo ponía de pié y apunta de rifle lo llevaba por interminables pasillos, igual de grises y desolados; pués era tal la soledad de aquella extraña fortaleza que incluso pensaba que bien podría haber sido el único preso en ella.

Caminaban ya por el largo pasillo, el preso esforzándose por no cogear y el soldado empujándolo con la punta de su rifle al tiempo que el eco de las botas de este último se amplificaban en el vacío corredor. De cuando en cuando pasaban estrechas ventanas donde se filtraba la luz como un potente rayo gris.

Entonces algo desgarró el silencio y el monótono golpeteo de las botas del soldado: un himno, un cantar marcial resonaba por los altavoces del exterior entonando una letanía en lengua extraña. Esto distaba mucho de alegrar al prisionero, imaginaba toda una marcha que hablaba de la patria, los héroes y las bondades de estado; pero que al mismo tiempo contenía un mensaje de advertencia y odio a quien se atreviera a contradecirlo.

Su pierna derecha se estaba entumiento por las corrientes de aire gélido que lo bañaban caprichosamente. Pero cuando pensó que tal vez no podría ya continuar, doblaron la marcha en un pasillo secundario y el hombre de ojos rasgados gritó una consigna indescifrable.

Enseguida la puerta de abrió y otro enigmático soldado tomó por los hombros al preso sentándolo con un golpe seco en una silla, acto seguido los dos soldados salieron de la estancia
cerrando la puerta tras de si.

La habitación no era muy grande, pero estaba considerablemente mas limipia que su pequeña celda, no había heces esparcidas ni ese repugnante olor a amonio que lo molestaba a todas horas. Además estaba mucho mejor iluminada, una ventana algo mas grande que los demás dejaba pasar mas luz que toda la que había visto en el trayecto hacia ese lugar.

El lugar estaba prácticamente vacío a excepción de un cuadro en la pared con el rostro de un militar regordete con la leyenda: Kim Il Sung; una mesa metálica y una silla mas aparte de la que ocupaba el preso. Por la ventana solo se apreciaba el bosque muerto y una bandera hondeando pesadamente con franjas azules con rojo de fondo rematada con una estrella descentrada.

Cuando finalizó aquel himno estridente los oidos del presozumbaban pero apenas se percató de eso cuando entró un nuevo personaje por la puerta, con modales muy finos y evitando arrugar su traje negro tomo la silla y se sentó en ella, cruzó los dedos sobre la mesa y miró fijamente al cautivo largo tiempo. Este por su parte lo miraba casi tímidamente através de sus ojos azules, como si esperara ser golpeado de un momento a otro.

Depués de un largo rato aquel estático personaje de mirada rasgada dió un pequeño suspiró y procedió para la extrañeza del prisionero en perfecto inglés:

- Prisionero Xi-272, sabe porqué está usted aqui?-. Era la pregunta menos esperada, sobretodo después de haber sido interrogado en un idioma extraño sin entender palabra. -No-. Aquel ser tocrció ligeramente la boca y siguió. - No creo que esté en condiciones de mentirle a quién tiene su vida en las manos-. -No me malinterprete pero no creo que su comunismo permita la justicia-.

Aquél hombre se rió de manera casi artificial. - Esto no es un juicio y el gobierno poco tiene que ver aqui señor Kandinsky, usted está aqui por atreverse a desafiar una gran autoridad-. - Ignoro de que me habla-. -Oh, claro que lo sabe, como nosotros sabemos que era tripulante del ballenero Esturión y servía bajo las órdenes del capitán Flickvert Rötgren, que encontraron el cargamento de Zvirax en el ártico que prácticamente fueron borrados de la existencia por algo que es mejor no mencionar-.

-Como es que llegué aquí?, no es precisamente el ártico-. -Sabe? empiezo a creer que de verdad no esta familiarizado con nuestras sociedades señor Kandinsky-. -Por Dios, si infringimos una ley o hicimos algo malo no fué a propósito, solo quiero irme-. - Eso es simple, usted fué encontrado en el Horus III, como único sobreviviente, fué llevado a la embarcación militar Vörsk, no lo recuerda?-.

Xi-272 hizo un gran esfuerzo por recordar y a su mente acudían imágenes si no nuevas, si perturbadoras; había soñado con eso mil veces: Se veía a sí mismo sacudiéndose violentamente en algo que parecía ser una cama de hospital, todo era borroso y confuso. Observaba como el personal de ahí, que parecían mas bien marinos militares hacía esfuerzos por sujetarlo de los brazos mientras que otros luchaban por inyectarle alguna sustancias desconocida.

Se preguntaba si esa era la epilepsia, tiempo después la negrura que siguió a su crisis se volvía mas diáfana y recordaba un salón oscuro con tres personajes sentados en tronos de madera delante de el ataviados con túnicas negras y antifaces, el estaba desnudo de pié enfrente de ellos, con las manos y pies sujetos a grilletes. La sala era oscura pero el parecía estar bajo un rayo de luz, casi no distinguía nada mas de la estancia.

Recordó como con lacónicas voces le cuestionaban si era parte del Mossad, el servicio de inteligencia Chino y muchos mas grupos que nunca había oído antes. Xi-272 solo se limitó a contar su historia y lo acontecido en el Horus III. Al final siempre le preguntaban si conocía a alguien a quien ellos llamaban "La Grande" o si era un supuesto traidor al que llamaban aliado de "La Disidente". El negaba todo, muchas preguntas extrañas acontecían entonces: Si sabía algo del Zvirax, si había luchado con un tal Nameless.

Finalmente le proponían jurarle fidelidad eterna a "La Grande", entonces el se negaba y era ahí cuando todo volvía a ser negro y despertaba siempre.

Pero esta vez había soñado despierto y al volver a la realidad encontró a aquel hombre de traje negro sentado frente a el y mirándolo fijamente. Sus labios estaban entreabiertos y cayó en la cuenta de que sin darse cuenta había relatado el sueño a su entrevistador.

- Muy bien señor Kandinsky, eso es un adelanto pero no lo recuperamos de las garras de ese clan solo para oír su historia personal. Ahora mismo me va a relatar la historia que ellos le contaron-. Kandinsky comenzó a recordar otro pedazo de sueño olvidado, ahí los personajes de las túnicas hablaban cosas que no comprendía del todo:

"Señor Kandinsky, la propocición que le hemos hecho dada su inusual habilidad es por el bien de nuestro clan. Seguramente oyó que hace algún tiempo despareció un barco carguerollamado el Horus III, el mismo donde usted estuvo. Bien, oficialmente el barco llevaba piezas petroleras sin embargo su carga real era una sustancia denominada Zvirax de la que solo le diré es un arma que desatada contra la humanidad podría llevar a una dependencia de disacrádidos sin control.

Esto haría invencible a nuestro clan rival, aquellos que apoyan a "La Disidente". Ella dominaría el mundo sumiéndolo en el caos, así que nuestra gente robó el prototipo de Zvirax y lo envió al ártico con medios que no me es posible explicarle. Sin embargo con el tiempo los seguidores de "La Disidente" se acercaban mas a la ubicación secreta, pero no podíamos destruir el barco con la sustancia puesto que preparábamos un antídoto contra ella, incluso indagábamos una forma de hacerla trabajar a nuestro favor.

Los primeros en llegar fueron los marinos del Esturión, pues su capitán es un aliado de "La Disidente", lamentablemente ese capitán Rötgren es muy astuto y guiado por la infraestructura tecnológica del Mossad llegó sin ser detectado. A esas alturas era prácticamente imposible detenerlos, si Rötgren hubiese salido con un solo gramo de la sustancia es posible que la balanza por fin hubiese sido inclinada hacia el lado de nuestros enemigos. Por suerte a Ella nada se le escapa y todo lo sabe. Sin previo aviso envió a una de sus armas mas poderosas con un solo objetivo: Destruirlos a ustedes y salvaguardar el cargamento.

Nunca ha fallado y tal vez lo recuerde en el barco, aquella sombra que tanto tiempo lo ha obsesionado: se le conoce como Nameless. Ciertamente no había duda del éxito de aquella misión de rescate, hasta que lo encintramos a usted Kandisnky; usted ha sido el único capaz de sobrevivir al ataque del Sin Nombre. Un raro honor que lo obliga a tomar partido por nosotros o morir, comprendo que quiera parecer neutral y librarse de todo, pero le aseguro que afuera los seguidores de “La Disidente” lo cazarán como un animal salvaje y no descansarán hasta sacar de su cuerpo aquel raro don; pues no ha habido nunca nadie capaz de burlar al sin nombre.

Sabemos que no salió limpio del encuentro, presenta episodios epilépticos, delirios esquizoides y daño en su memoria a corto plazo, pero lo mas importante es que sigue vivo. Jurará lealtad a “La Grande” o prefiere morir, pues nadie que haya visto siquiera de lejos esta guerra puede permanecer neutral”.

Entonces el sueño se desvaneció y nuevamente se vio cara a cara con su confesor de traje negro que escuchaba imperturbable.

- Sabe Kandinsky, nos tomó 30 años desarrollar ese Zvirax y lo perdimos en una horrible batalla cerca de Eritrea, ellos destruyeron nuestras instalaciones, nos tomó años localizar la nave y se nos volvió a escapar justo cuando lo teníamos en la punta de los dedos. Pero aún así no hemos perdido, pues existen mas alternativas al Zvirax desarrollándose en este momento. Puede que ellos ganaran una batalla, pero nosotros estamos mas cerca de ganar la guerra, “La Disidente” triunfará sobre aquella diosa corrompida, es solo cuestión de tiempo-.

-Que quiere de mí?-. Balbuceó el prisionero. –Muy simple, perdimos varios hombres para traerlo aquí porque su cuerpo encierra el secreto para defendernos de una de sus grandes armas, usted me dará su cuerpo y jurará lealtad a “La Disidente”-. – Solo déjeme ir-. Una cruel sonrisa ensombreció aún mas el rostro de aquel hombre, que sin mediar palabra se levantó con delicadeza de su silla y de un estuche plateado sacó dos guantes de cuero blancos.

Se los colocó con una gracia casi artística y del mismo estuche sacó un bisturí, pero el prisionero reaccionó muy tarde porque a mitad de su intento por levantarse aquél hombre extraño lo sujetó por los cabellos sucios y lo estrelló contra la mesa. El cautivo solo sintió un golpe sordo dentro de su cabeza y antes de darse cuenta tenía la fría mordida del bisturí desgarrando su maxilar derecho, en menos de 5 segundos aquél verdugo había desprendido toda su mejilla derecha.

El prisionero ahora gritaba y se sacudía violentamente sobre el piso bañándolo de sangre, no entendía nada solo el dolor ocupaba sus pensamientos. A intervalos en sus frenéticas contracciones de dolor vio como entraban los otros dos soldados, uno de ellos llevando consigo una bolsa de plástico transparente donde metieron su pedazo de rostro.

Sus propios aullidos de agonía lo aturdían y en medio de golpes y arrastres terminaron por botarlo en su celda otra vez. Gradualmente y después de varias horas de pedir que lo mataran en vano se quedó inconsciente.

En toda la noche ni el mas leve ruido pudo oír el centinela que guardaba la entrada a su celda. Fue hasta la mañana siguiente que el mismo soldado del día anterior, pero esta vez acompañado de un médico entraba a su celda, un cuartito de no mas de 3 x 3 metros.

Al abrirlo una nubecilla de polvo rojizo se desprendió del marco de la puerta, ambos personajes se petrificaron al no encontrar mas que un charco de sangre seca en el centro y una capa de polvillo rojizo en la cama, el banquito y el lavamanos, único mobiliario en la habitación. Del preso no había rastro, incluso la pequeña abertura que servía de ventana tenía todos sus barrotes tan sólidos como siempre, también cubierta de aquel polvillo rojo.

Se dio la señal de alarma y se buscó al prófugo por las montañas y caminos cercanos de aquella desolada región. No fue hasta mas tarde cuando el extraño personaje de traje negro entró en la celda que se percató de lo mas terrible del asunto, en una de las paredes trazada con una tiza había una débil raya blanca que formaba un rectángulo, como si de una puerta se tratase y próxima a ella en caracteres negros se apreciaba la leyenda:

"Örk Um Krögnetk"

Aquel personaje no atinó a comprender que podría significar aquello, y desprendiéndose de manera muy elegante de uno de sus blancos guantes acercó su dedo índice a aquella débil raya en la pared…

1 Comments:

At 8:41 p.m., Anonymous Anónimo said...

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